Ayer era frío. Ayer era dolor. Y de repente hoy es primavera. Eterna y efímera como los pétalos de los almendros que ya están en flor. Efímera por la brevedad de su estada, eterna por la marca que deja. Guardada en los recuerdos que han vuelto y ya dejan ese regusto a despedida. Una primavera que no siento. Que noto como una herida abierta hecha hace mucho tiempo y que aún no ha llegado a cicatrizar. Me costó un año adecuarme a una nueva situación, a una nueva yo. Y cuando empezaba a cogerle el gusto a conocerme, apareció el regusto amargo de tener que dejar todo aquello que me había hecho feliz, para volver a lo que llamaba mi hogar, pero tenía escrito en el título “jaula”. Una pasada primavera que me había hecho creer que estaba donde debía estar, solo para arrebatármelo momentos después, sin darme tiempo a un abrazo, un beso, una caricia, una despedida. Una pasada primavera que tenía aspecto de rosa, pero resulto ser solo espina, que no me dejo saborear esa última clara de los ...