Primavera

Ayer era frío. Ayer era dolor. Y de repente hoy es primavera. Eterna y efímera como los pétalos de los almendros que ya están en flor. Efímera por la brevedad de su estada, eterna por la marca que deja. Guardada en los recuerdos que han vuelto y ya dejan ese regusto a despedida. Una primavera que no siento. Que noto como una herida abierta hecha hace mucho tiempo y que aún no ha llegado a cicatrizar.

Me costó un año adecuarme a una nueva situación, a una nueva yo. Y cuando empezaba a cogerle el gusto a conocerme, apareció el regusto amargo de tener que dejar todo aquello que me había hecho feliz, para volver a lo que llamaba mi hogar, pero tenía escrito en el título “jaula”. Una pasada primavera que me había hecho creer que estaba donde debía estar, solo para arrebatármelo momentos después, sin darme tiempo a un abrazo, un beso, una caricia, una despedida. 

Una pasada primavera que tenía aspecto de rosa, pero resulto ser solo espina, que no me dejo saborear esa última clara de los viernes por la mañana en el bar de siempre, ni me dejo darle la mano por última vez a ese amigo que ahora llamo recuerdo.

Una primavera que hace que tenga menos fe de poder oler las rosas de Sant Jordi o pasear por las Ramblas llenas de cultura. Que me quitó las esperanzas de poder soplar los dientes de león del camino lleno de amapolas. Una primavera que no me dejó ser romero en flor, y me obligó a marchitar-me lejos de aquellos que eran como agua de mayo para mis mustios pensamientos. Si algo me aportó la primavera pasada, es el confirmar que nunca nada se debe dar por seguro.

Y, sin embargo, aquí sigo, lista para luchar contra la próxima primavera.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Abstinencia de ti

El cielo llorará por nosotros.

Barcelona