En noches como esta
En noches como esta solía escribir.
Las horas muertas me sucedían una tras otra mientras yo intentaba retratarlas con esbozos rápidos de las memorias que me traían. Un increíble repertorios de mil sabores. Amargos y dulces recuerdos que siempre dejaban ese sabor que tienen todas las cosas que ya se dan por pérdidas. He visto bufetes con menos repertorio gastronómico que el que me ofrecían las lagrimas perdidas que acababan mis labios en aquellas noches como esta. Noches en las cuales solo el minutero contaba. Un círculo que siempre pasaba del 00 al 59, sin pararse a mirar si eran la 23 o las 2. Simplemente corría y corría como aquel atleta que no sabe donde está la meta. Largas noches en las cuales llevaba a encontrarle sentido a la pena. Donde era mi compañera y confidente, y mientras me follaba la mente en cada rincón de mi imaginario, me arañaba la espalda diciendo que siempre seria suya. Mientras se instauraba en la más antigua de mis cicatrices y me instaba a buscarle compañeras. Mientras jugaba con mi pelo una vez ya quedaba exhausta en la cama, a merced de sus susurros.
En noches como estas, yo escribía. Y encontraba una salida a ese amor tóxico, que me calaba entre la fibra y los huesos. Encontraba un lienzo donde buscarme un amante con quien engañar a la tristeza. Encontraba un lecho de rosas después de haber catado cada espina. Encontraba una recompensa. Un refugio. Una salida. Un algo que ahora me falta.
Solo cuando en noches como estas no puedo escribir recuerdo lo mucho que disfruto cuando escribo. Cuando lanzo estos gritos de socorro al aire y llegan a oídos sordos. Como el pájaro enjaulado que solo sabe pedir auxilio en la más preciosa de las melodías. Como quien se sienta en las vías a esperar un tren que ya ha pasado.
En noches como esta escribía. Pero hoy no. Por que esto no es un escrito; esto es una carta. Una carta para todas aquellas veces que, como en noches como esta, no puedo escribir.
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