Crónicas de una Valkiria
Encontró la cueva por casualidad, mientras huía y buscaba cobijo de la fuerte tormenta. Su pelaje estaba empapado, y el helado aliento del viento la empujó a entrar y caer rendida sin prestar atención a su alrededor. No fue hasta la mañana siguiente cuando, al abrir sus ojos grises, se dio cuenta que estaba habitada. Delante suyo, un joven lobo como ella la miraba fijamente. Su piel era color ceniza, con una zona casi negra en el pectoral. Sus ojos eran color chocolate, y la observaban analiticamente. Ya conocía el procedimiento: había invadido el territorio de otro lobo, y eso solía acabar en pelea. Sin embargo, la reacción de él la descolocó. Se sentó y esperó a que ella se incorporara: — Buenos días. — Bu… Buenos días -respondió, perpleja.- siento haber entrado en tu cueva, y más sin invitación, solo huía del temporal y… — No te preocupes -le dijo el desconocido, sonriendo.- Yo, en tu lugar, habría buscado también cualquier refugio. Dime, ¿estás hambrienta? Aún sorprendida,...