Doce de enero de dos mil veinte
Nunca, ni en mil años, podría compararme con ella. Ella es incomparable, y yo... Bueno, yo ahora solo sirvo para ser querida o ser usada. Y se me hace imposible pensar en que alguien pueda quererme. Imagínate lo fuerte que me golpeas que tu ni siquiera has dirigido tu mirada hacia mi y yo ya estoy en el suelo convaleciente. Mezclando el barro con las letras para hacerme un colchón en el fondo de tu memoria. Y no importan las letras que te regale ni los poemas que sangre hasta la médula. Porque no me lees. Lo se por que nunca me has leído. Y aún así te escribo textos que llegan a oídos no correspondidos y se creen mis fantasías, vividas por otras pieles marcadas por otros nombres y cicatrices. Y no me lees, porque si me leyeras no me dejarías ahogarme de este modo. No me quedaría abrazada al hielo del cubata que contiene la gota que colmara mi llanto. No permitirías que el silencio fuera el tercer integrante en nuestra cama de recuerdos. No me darías la espalda para que solo su abraz...